
El tren pasaba muy despacio, tan despacio que se podía subir en marcha.Quizás esa afirmación era esagerada o simplemente la expresión de un deseo.
Era un acto reflejo, cuando pasaba el tren se paralizaba toda actividad y se seguía con la mirada hasta que desaparecía por el horizonte el rastro de humo de la locomotora de carbón. En aquel momento había la sensación de haberlo perdido aun sabiendo que volvería a pasar.
Llegó un tiempo en que aquel tren no paso mas, y ese espacio sagrado que eran las vías por donde pasaba aquel deseo quedo desierto, durante mucho tiempo siguió siendo sagrado esperando, por si volvía.
Las vías, ese espacio sagrado que solo lo podían pisar los ferroviarios y el tren, a partir de que este ya no pasó, ha sido invadido por animales y plantas hasta el punto de quedar casi impracticable, es la imagen de la despoblación.